GENERAL MOTORS, O LA CRISIS CAPITALISTA EN TODA SU DIMENSION

En Estados Unidos atraviesa ya su cuarta semana la huelga en General Motors, que involucra a casi cincuenta mil trabajadores. Se trata de la mayor huelga de la rama en décadas, y los reclamos inmediatos (relativos a los planes médicos, los aumentos salariales y el cese del creciente reemplazo de trabajadores de planta permanente por temporarios pauperizados), muestran a una clase obrera en lucha contra los coletazos de un régimen sumido en una crisis irreconciliable.

Un conflicto irresoluble bajo el capitalismo

Cuando en 2008, en pos de los intentos capitalistas por superar la crisis tras la quiebra de Lehmann Brothers, hubo un avance general sobre las condiciones de vida y laborales de la clase trabajadora norteamericana, esto fue acompañado de una retórica que invitaba a la clase obrera a «hacer sacrificios» para salir «todos juntos» de la crisis, condensada en el «Yes, we can» (Si, podemos) de Barack Obama, que asumiría cuatro meses después del estallido. En General Motors, el sacrificio implicó un plan de retiros voluntarios consensuados entre el gremio (la UAW) y la patronal, y la contratación de nuevos empleados con sueldos al 50%. Estos episodios marcaron a fuego la conciencia de las plantas automotrices, y por eso hoy, a pesar de las exhortaciones del presidente Trump vía twitter y de la empresa, que se lamenta por estar perdiendo dinero, en cada piquete a lo largo de las cincuenta plantas en paro, existe la noción de que ellos ya han hecho un sacrificio, y no pueden permitirlo otra vez. Incluso vienen resistiendo las trabas desde el propio campo de su sindicato, que les facilita 250 dólares semanales del «fondo de huelga» disponible (unos 800 millones de dólares), ni un tercio de lo que ganan normalmente. Si el conflicto sobrevive a esta suerte de asfixia, se explica solo por la profunda determinación de lucha que ha crecido entre las lineas de ensamblaje.

Pero no solo los trabajadores de una empresa acarrean este bagaje: es claro que los trabajadores de toda la rama -sectores de Ford y Fiat Chrysler se han pronunciado en solidaridad – y de el mundo entero observan con atención el conflicto. El plan de General Motors no se despega de las intentonas a nivel global que vemos de adaptar a los trabajadores al «trabajo del futuro»: Contratos temporales, tercerización, outsourcing, mayores ritmos de trabajo y menor inversión en planes de salud. Es la tendencia que intenta imponerse en todo el mundo, a traves de la «uberización» de diversas ramas laborales e incluso la desaparición de los espacios físicos de trabajo, como lo muestra el crecimiento exponencial de WeWork, la empresa que presta temporalmente oficinas. Es también la orientación de un sistema educativo cada vez mas referenciado en el mercado, los posgrados y los convenios empresariales.

La envergadura del conflicto, que tomó a sectores que veían una situación de relativa calma entre los trabajadores a nivel mundial por sorpresa, da cuenta de que no está en juego tan solo el reclamo de un sector parcial de la clase obrera, sino que es un claro episodio de lucha de clases mas general, ante un capitalismo encerrado por sus propias contradicciones -Estados Unidos se topa con la imposibilidad de competir en el mercado con China e India, cuya mano de obra es infinitamente mas barata; las medidas proteccionistas de Trump afectan directamente la tasa de ganancia de las automotrices, que importan materiales -, que está obligado a intentar asestarle un golpe a los trabajadores del país para reducir su «costo» y así intentar recomponer sus ganancias decrecientes.

Crisis económica, crisis política

La magnitud del conflicto en General Motors no puede ser apropiadamente abordada sin contextualizarlo en el marco de la crisis del imperialismo, el derrumbe de sus instituciones y los límites con los que se están topando los gobiernos imperialistas. En Estados Unidos, Nanci Pelosi y los senadores demócratas agitan el fantasma del impeachment a Trump, una vez comprobado que el presidente – pasando por encima las instituciones de su país – supeditó el envío de fondos a Ucrania a la obtención de información útil sobre sus rivales en la carrera presidencial. Sin embargo, Trump podría salvarse de este proceso meramente por las aspiraciones electorales de su partido rival: dar curso a una medida de esas características requiere dos tercios del senado, los demócratas controlan menos del 50% y calculan que salir ileso de semejante proceso podría fortalecer a Trump de cara a las elecciones del año que viene. Así, Trump podría salir ileso de otra tormenta de la misma manera que lo hizo cuando fuese absuelto por el reporte Mueller, aunque esta vez no necesitaría ser exonerado por un juez, sino que bastaría con el afan de sus rivales de «cuidar la gobernabilidad» y evitarle un juicio político.

Esta es la punta del iceberg de la crisis política que atraviesa a los Estados Unidos, con una burguesía que se divide al mismo ritmo que avanza la crisis mundial: el envío de fondos a Ucrania, que, como decíamos, Trump intenta retacear, molesta a los demócratas que ven en el desfinanciamiento de un punto estratégico en el mapa mundial como una posibilidad de avance para Rusia. Ese temor ya se encuentra avanzado merced del impasse existente del otro lado del Atlántico, donde todo indicaría que Gran Bretaña llegará al fin de la segunda prórroga para salir de la Unión Europea, el 31 de octubre, sin alcanzar un acuerdo. El desmembramiento de la UE es visto por los demócratas como otro factor de fortalecimiento para Putin.

Está planteada, ante la crisis política que recorre toda América (desde Canadá, donde una foto – surgida como «carpetazo» – de Justin Trudeau pintado al estilo «blackface» hace tambalear sus posibilidades de seguir al frente del gobierno, hasta Argentina, donde la justicia ha declarado inconstitucional el DNU macrista que reducía las indemnizaciones por accidentes laborales, o las masivas movilizaciones estudiantiles en Colombia, sin dejar de mencionar la irrupción de las masas en Ecuador, que plantea llevarse puesto al gobierno de Lenin Moreno), el desarrollo de rebeliones mayores, con independencia de los bloques capitalistas, tanto imperialistas como las burguesías nacionales, que vayan por la huelga general para echar al FMI y tomar el control de la producción y la economía nacional.

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